
Viernes, 3 octubre 2025.- 12:28 pm.-
Por Paulina Núñez Urrutia, senadora
En Chile, hablar de trámites es hablar de burocracia. Para muchos puede significar solo tiempo perdido, pero para nuestros adultos mayores ha sido, durante años, un verdadero calvario. Renovar la cédula de identidad, en particular, implicaba desplazamientos largos, esperas interminables y un esfuerzo físico que no siempre era posible asumir. Era un trámite rutinario que, sin embargo, generaba una gran carga emocional y práctica en quienes más apoyo necesitan.
La reciente aprobación de la ley que extiende la vigencia de la cédula de identidad a 20 años para las personas mayores de 80 años, así como para quienes tengan 60 años o más y presenten dependencia severa certificada, constituye un avance simple pero profundamente significativo. No hablamos solo de un cambio administrativo, sino de un acto de actualización y modernización del estado a las tecnologías actuales y también de sentido social y justicia hacia quienes han dedicado su vida a construir el país en el que hoy vivimos.
¿Qué significa, en la práctica, este cambio? Que estamos trabajando para tener un estado más moderno y acorde a los nuevos paragidmas, que busca beneficiar a miles de personas, que ya no tendrán que someterse periódicamente a un proceso engorroso solo para actualizar un documento que, en esencia, no había cambiado. Un alivio para las familias, una muestra de empatía del Estado y, sobre todo, una señal de respeto hacia la dignidad de nuestros adultos mayores.
Es importante subrayar un detalle: este carnet con vigencia de 20 años será plenamente válido para todos los trámites dentro de Chile. Sin embargo, quienes viajen al extranjero deberán renovar su documento si han transcurrido más de diez años desde su emisión, de acuerdo a la normativa internacional vigente.
Más allá de este aspecto práctico, lo relevante es la lógica que inspira la medida: un Estado que decide simplificar la vida de las personas en lugar de complicarla. En tiempos donde muchas veces se reclama por la lejanía de las instituciones, legislar en este sentido es una manera concreta de acortar esa distancia.
Las grandes transformaciones sociales no siempre nacen de reformas complejas. A veces se logran con gestos que parecen pequeños, pero que cambian de raíz la experiencia cotidiana de la gente. El llamado “carnet casi para siempre” es una prueba de ello.
Hoy despedimos las filas interminables y damos un paso hacia un Chile más moderno y humano, que agradece a sus mayores con hechos y no solo con palabras. Una buena noticia que, estoy convencida, marca un precedente sobre cómo debemos seguir legislando: con sentido común, cercanía y respeto por la dignidad de las personas.